Acababa de llegar a la academia y lo primero que había hecho, era dirigirme al cementerio. Aquel lugar me llamaba, susurraba mi nombre, prometiendo que pasaría allí bastante tiempo. Me senté en el suelo, apoyando mi espalda en una de las tumbas y me pregunté quien estaría enterrado allí. Saqué mi cuaderno de bocetos y me puse a dibujar, quizá no fuera tan malo aquel lugar, me dije. Pero nada más poner el lápiz sobre el papel sentí algo extraño. Levanté la cabeza y dejé que mis sentidos me dijeran que pasaba. Notaba que había alguien allí, alguien se acercaba…